lunes, 26 de noviembre de 2012

Aguafuerte: Nunca es tarde para mirar hacia atrás

Situada en el borde del mirador, sentía como pequeñas ondas de agua chocaban contra las rocas que desprolijamente cubrían mi alrededor. El viento rosaba mis mejillas, el frío penetrante se escapaba por momentos, cuando un ardiente rayo de sol se posaba sobre mi rostro.


Recostada sobre una alfombra de hierba fresca, me detuve a contemplar el hermoso paisaje que se dibujaba delicadamente cuando posaba mis ojos sobre él. El color amarillo intenso de la arena, el verde vivo de los frondosos árboles, el celeste puro que invadía el cielo…
El río se teñía de colores llamativos, cuando diferentes veleros asomaban a la vista. La playa, rebosante de gente, se extendía a lo lejos.

Al atardecer, el ardiente sol parece rozar el agua en la línea del horizonte, colores estridentes se fusionan y se reflejan en ella. Al caer la noche, el cielo se baña de estrellas que irradian en la oscuridad, y se confunden con las luces que se van delineando poco a poco en la ciudad.
Es increíble, si viajo hacia atrás en el tiempo y me detengo a revisar la cantidad de momentos vividos que algunas veces se pierden en el olvido, de los cuales este maravilloso paisaje es escenario. Cómo se convierte en protagonista de incontables anécdotas que compartía día a día disfrutando en familia o con amigos, tomando sol cerca del río, o a la sobra de los gigantescos árboles.

Cuantas tardes pasé corriendo entre los árboles, creyéndome reina de los castillos de arena que construía, sentándome bajo la sombra de los lapachos a leer fascinantes historias, navegando por el río.

Descubrir rincones ocultos, disfrutar de la belleza de las flores, sentir la arena escurrirse entre los dedos; indescriptibles sensaciones que sin siquiera notarlo, reconfortan nuestro ser y nos trasladan hacia aquellos recuerdos que nunca vamos a borrar de nuestra memoria.

Malchiodi, Lara

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