Recostada sobre una alfombra de hierba fresca, me detuve
a contemplar el hermoso paisaje que se dibujaba delicadamente cuando posaba mis
ojos sobre él. El color amarillo intenso de la arena, el verde vivo de los
frondosos árboles, el celeste puro que invadía el cielo…
El río se teñía de colores llamativos, cuando diferentes
veleros asomaban a la vista. La playa, rebosante de gente, se extendía a lo
lejos.
Al atardecer, el ardiente sol parece rozar el agua en la
línea del horizonte, colores estridentes se fusionan y se reflejan en ella. Al
caer la noche, el cielo se baña de estrellas que irradian en la oscuridad, y se
confunden con las luces que se van delineando poco a poco en la ciudad.
Es increíble, si viajo hacia atrás en el tiempo y me
detengo a revisar la cantidad de momentos vividos que algunas veces se pierden
en el olvido, de los cuales este maravilloso paisaje es escenario. Cómo se
convierte en protagonista de incontables anécdotas que compartía día a día
disfrutando en familia o con amigos, tomando sol cerca del río, o a la sobra de
los gigantescos árboles.
Cuantas tardes pasé corriendo entre los árboles,
creyéndome reina de los castillos de arena que construía, sentándome bajo la sombra
de los lapachos a leer fascinantes historias, navegando por el río.
Descubrir rincones ocultos, disfrutar de la belleza de
las flores, sentir la arena escurrirse entre los dedos; indescriptibles
sensaciones que sin siquiera notarlo, reconfortan nuestro ser y nos trasladan
hacia aquellos recuerdos que nunca vamos a borrar de nuestra memoria.
Malchiodi, Lara
No hay comentarios:
Publicar un comentario